Todos tenemos claro que nuestra vida contemporánea exige un aprendizaje y reciclaje continuo. El entorno caótico, complejo, impredecible, volátil y ambigüo en el que nos ha tocado vivir nos obliga a ello. Sin embargo, y aunque todos tenemos interiorizada dicha necesidad,
¿Le dedicamos un tiempo regular y lo hacemos en las mejores condiciones y de la mejor forma?
Pensamos que es muy pertinente hacernos estas preguntas cuando sabemos que la asimilación de nueva información, la comprensión de nuevos conceptos y la asunción de conductas y modelos de comportamiento distintos, será más rápida y óptima, en la medida que la respuesta a la pregunta inicial sea positiva.
Vamos a intentar contestar cada parte de la pregunta;
En primer lugar, dedicar un tiempo regular y organizado al aprendizaje como, por ejemplo, hacen nuestros hijos en edad escolar, es algo a lo que no estamos habituados. Dedicamos un tiempo a actividades de ocio o hobbies que nos puedan interesar, pero a actividades que nos obliguen a tener la mente despierta, adoptar una actitud proactiva y realizar un cierto esfuerzo intelectual, ya no es tan obvio. Posiblemente, el abanico de respuestas depende mucho del nivel cultural, la franja de edad, la extracción social, etc,… por citar algunos de los criterios básicos, pero es evidente, que un alto % de nuestra envejecida sociedad occidental, no dedica un tiempo regular constante y sistemático al aprendizaje de nuevos conceptos relacionados con el ámbito laboral o profesional.
Está claro que la cultura de formación y desarrollo está muy extendida en muchas empresas, pues la modernización laboral realizada en los últimos 30 años es enorme, pero coincidiremos en que ello es mayoritariamente en las grandes y medianas corporaciones, pero que dichos planes de formación anuales alcancen a un % alto de Pymes, que obedezcan a un objetivo de mejora o perfeccionamiento competencial, que estén alineadas con los planes futuros de dichas pequeñas y medianas empresas o que, simplemente, enseñen a trabajar en mejores condiciones, ya es harina de otro costal. Y lo mismo podríamos decir, de muchas multinacionales.
Es obvio que dedicar un tiempo estructurado, regular, sistemático y con objetivos concretos al aprendizaje me ayuda a asimilar información y conceptos que me permiten resolver problemas y tomar decisiones con más facilidad y comodidad. Y además, ello también me permitirá mejorar mi rendimiento laboral y ser menos dogmático y prejuicioso o más flexible y positivo. Pese a todas las oportunidades de auto-formación, que por ejemplo el mundo digital (incluso de forma gratuita), nos ofrece hoy en día, no creemos que seamos eficientes ni eficaces en aprovecharlo.
Un claro ejemplo de que no desarrollamos el auto-aprendizaje como deberíamos hacerlo es lo mucho que nos ha descolocado la Pandemia Mundial del COVID 19. Confinados en nuestra casa, era un momento ideal para interiorizar este hábito. Sin embargo, ya no el auto-aprendizaje sino que nos ha costado incluso con el mismo tele trabajo. Por tanto, desarrollar la cultura, sistemas y protocolos que promocionen el auto-aprendizaje continuo, es una obligación en el SS.XXI.