¿SOMOS EXCELENTES PROFESIONALES GESTIONANDO CONFLICTOS?

Nadie discutirá que hoy día vivimos en el conflicto continuo. Conflicto generado por un entorno absolutamente cambiante, incierto, complejo y volátil, pero también un conflicto generado por unos niveles educativos de sobre cualificación, acceso a la información y facilidad de movimiento, como nunca antes en la historia de la Humanidad. Conflicto interior, por rebelarnos contra el desajuste entre nuestras expectativas y nuestra realidad o por la descoordinación entre nuestros logros y nuestros sueños. En definitiva conflicto y más conflicto.

¿Quién puede dudar, por tanto, que debemos convertirnos en excelentes gestores y solucionadores de conflictos, tanto en el ámbito personal como el profesional, que hoy en día, no es más que una prolongación del primero? Y, ¿cómo debe ser el perfil competencial de este excelente gestor de conflictos?

En primer lugar, siendo consciente que, el conflicto, aunque se origine en el entorno, nunca existe de forma “real” en éste. Porque el entorno es cambiante, incierto o complejo, como hemos dicho, pero no “conflictivo”, en el sentido peyorativo del término. En realidad, el conflicto lo generamos nosotros mismos al no aceptar dicho entorno. Por tanto, tener control sobre nuestra emocionalidad, reacciones impulsivas, ansiedad y prejuicios, es el primer paso que el buen gestor debe tener claro para optimizar su conducta.

En segundo lugar, sabiendo que la paciencia y, la no precipitación son clave. La confianza en un final positivo, el mantenimiento de la esperanza y de las expectativas creadas, son mejor fórmula que la impulsividad, la impaciencia, la rigidez y la inflexibilidad. Quizás no tenemos la solución al conflicto o problema inmediato, pero la seguridad de que tarde o temprano la encontraremos. Por tanto, ese famoso y utilizado concepto de “resilencia”, se convierten en algo que debemos grabar en todas nuestras conductas.

Finalmente, los dos primeros aspectos, nos llevan suave e irremediablemente al tercero; la asertividad”, entendida como convertirnos en excelentes comunicadores o exteriorizadores prudentes y positivos, de nuestro estado de ánimo, que escuchamos más que hablamos, que observamos más que dramatizamos, que buscamos avanzar conjuntamente más que ganar competitiva e individualmente siempre, son la guinda del pastel.

Diríamos que, practicando casi de forma religiosa, estas tres conductas de forma obsesiva, continua y tenaz, nos convertiremos en excelentes gestores de conflictos pasando de resistir y soportar la realidad a modificar y mejorar la misma. Eso sí, sin perder de vista, de forma humilde y prudente, que el conflicto está latente en cada situación y que, por tanto, igual que el deportista profesional no tiene el acierto 100% nunca, debemos aceptar que nosotros tampoco lo obtendremos.

Pero pensamos que es lícito preguntarnos ahora mismo; ¿estamos ya al nivel del deportista profesional de élite? Somos ya, ¿gestores profesionales del conflicto, de élite? En la respuesta a esta pregunta está el inicio del camino que cada uno debe recorrer.

 

 

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